domingo, 20 de mayo de 2012

La educación en 2030


Corría el mes de Septiembre del año 2030. Lucía, una niña que empezaba este año el instituto, iba de camino a éste cuando un niño montado en su patinete supersónico tropezó con ella.

- ¡Mira por dónde vas!- exclamó Lucía.

- ¡Perdón!- dijo Hugo. Es que tengo que llegar pronto a clase, que no me quiero sentar en la catorceava fila, encima de Juan, Pedro, Ángela, Jorge, Marta, Andrés, Diego, José, Silvia… en una de esas mesas verdes con un rarísimo cajón debajo que no sé para qué sirve. Tú también deberías correr o te pasará lo mismo.- le espetó.

- ¡Vale, espérame!- exclamó Lucía.
Diez minutos después, exhaustos, Lucía y Hugo llegan a la puerta del recinto del instituto y se tropiezan de bruces con dos robots, Mariano y José Ignacio.

- A ver niño, saca tu tarjeta Visa, sino ya sabes que no puedes entrar.- dijo Mariano.

Del mismo modo, José Ignacio hizo lo mismo con Lucía.

Una vez superado este obstáculo, llegan a la puerta de entrada del instituto donde les espera una última prueba, una máquina con un rayo láser que además de examinar los huesos y el código de ADN de los niños, para asegurarse de que son quién dicen ser y avisar a sus padres de manera telepática de que sus hijos ya han llegado al instituto, dota a los cuerpos de los niños de Wi-Fi. Superado este último obstáculo, llegan a la puerta de la clase de 1º de ESO. Abren la puerta y… no penséis que lo que vieron fue cuatro paredes pintadas de blanco, adornadas por una pizarra verde y un cuadro del monarca Don Juan Carlos I al lado de un elefante. ¡No! lo que los niños vieron fue una clase cuyas paredes eran de color amarillo pastel, color que estimula la actividad mental, adornada una de ellas por una gran pantalla blanca y amueblada por cuarenta mesas apiladas unas encima de otras, veinte de las cuales eran digitales y las otras veinte eran verdes, con un cajón muy extraño debajo, que nadie sabía para que servía. ¡Eran los primeros! ¡No se lo podían creer!

Cinco minutos más tarde, la clase estaba hasta los topes, los alumnos que habían tenido la suerte de llegar temprano conectaban la mesa electrónica con la ayuda de un cable a la parte trasera de su cabeza, mientras que los pobres que habían llegado un poco más tarde trepaban hasta llegar a sus mesas verdes. Todos estaban preparados, la clase podía empezar.

Se oyó un zumbido y la pantalla blanca que adornaba una de las paredes se encendió y apareció la imagen de la profesora de lengua y literatura castellana. La cual dio una serie de indicaciones a los alumnos sobre cuál era la tarea que debían desarrollar a través de sus mesas digitales y con otro zumbido desapareció, para seguir impartiendo su clase presencial sobre el comentario de texto en 2º de Bachillerato, dejando olvidados a aquellos alumnos cuyas mesas eran verdes. Los alumnos que disponían de mesas digitales se pusieron a trabajar, mientras que los de las mesas verdes se miraban entre ellos con cara de desconcierto. Hasta que uno de ellos, aburrido, metió la mano en el cajón de debajo de la mesa y allí encontró algo muy extraño, era una especie de superficie lisa, rectangular, no muy grande, de color blanco acompañada por un instrumento del que había oído hablar a sus padres, ellos lo llamaban boli. Los demás alumnos de las mesas verdes, imitaron a éste y sacaron todos encima de las mesas el boli y la superficie lisa y se pusieron a hacer lo que la profesora había mandado.

Faltaban diez minutos para que terminara la clase cuando se volvió a oír el zumbido y apareció de nuevo la profesora para comprobar que los alumnos habían hecho el trabajo y corregirlo. Empezó por los de las mesas digitales y cuando llegó a los de las mesas verdes quedó sorprendida en primer lugar, por el formato utilizado para realizar el trabajo y en segundo lugar, por la calidad del trabajo realizado sin haber tenido la oportunidad de utilizar ninguna herramienta tecnológica.

FDO. Una profesora en paro esperando que se convoquen oposiciones.

1 comentario:

  1. Muy bueno lo de la visa y lo del retrato del rey con el elefante, jajajajaja. Me ha gustado mucho el final ;)

    Elena Orpi

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