Roberto ya
estaba cansado de ir al colegio, siempre lo mismo, llegar puntual porque sino
le castigaban en la esquina sujetando esos libros de más de 1000 páginas cada
uno, si no se sabía la respuesta, al profesor se le dibujaba esa malvada
sonrisa en la cara y cogía esa regla que hacía silbar al viento con cada
movimiento. Las clases se hacían eternas, a penas podía hablar con sus
compañeros, y lo pero de todo, no podía ver la maravillosa sonrisa de Ana, ese
muro infernal los separaba.
Las clases de
Literatura eran interminables, Roberto se sentaba al final de la clase y se
ponía a divagar, pensaba en esos ojos brillantes de Ana, pensaba en las ganas
que tenía de ir a pescar el domingo con su abuelo y de repente se puso a pensar
en cómo serían las clases en el 2030.
Se imaginaba
entrando en una clase con las paredes completamente blancas, ni las sillas ni
los pupitres tenían patas. Las sillas eran como redondas, de colores vivos que
contrastaban con las paredes y le daban un tono alegre a la clase. Lo que más
le impresionaba es que las sillas y los pupitres se sostenían en el aire sin
ayuda de nada, ¡eran voladoras! La clásica pizarra verde había desaparecido, en
su lugar había una gran pantalla en la que se podía escribir con el dedo y las
explicaciones y los temas ya no estaban en los libros, todo lo que necesitaban
saber se proyectaba mediante hologramas en los que se podían ver las imágenes,
las letras, los números y los vídeos en 3D.
Las libretas ya
no estaban encima de los pupitres esperando a ser rellenadas de letras y de
números, ahora las libretas eran pantallas incorporadas en los mismos pupitres
y ofrecían la posibilidad de dibujar, escribir, leer, ver películas, y hacer
los ejercicios con loa compañeros de clase.
Lo mejor de todo
es que el profesor ya no se enfadaba si no sabía la respuesta correcta, todo lo
contrario, le dejaba tiempo para buscarla y consultar la pregunta con los
compañeros. Roberto, se imaginaba a Ana sentada en una de esas sillas azules, y
juntos escuchaban esos poemas cantados por una maravillosa voz. Si en la clase
de Historia la profesora se encontraba indispuesta y no podía asistir a clase
no suponía un problema, porque los hologramas proyectaban interesantes vídeos
sobre los dinosaurios, y si tenían algún problema se abría una gran pantalla en
la pared y aparecía la profesora desde su casa ayudando a los alumnos en lo que
necesitaban.
Esta era la
clase que se imaginaba y la que quería tener Roberto, pero todo en su
pensamiento se desvaneció cuando los gritos de Don Genaro le invadieron los
oídos porque no se le prestaba atención a su explicación.
Pobre Roberto, no me extraña que teniendo castigos como el de sostener libros de más de 1000 páginas empiece a pensar en clases 3D. ¡Me a gustado tu vision!
ResponderEliminarMuy bien Elena por coger la visión del alumnado. Roberto imagina el futuro y la escuela como un lugar perfecto. Pero bueno, lo de hablar con la profesora de historia en casa, ya lo estamos haciendo, aunque sea por blogs.
ResponderEliminarjajajaja Me ha gustado mucho Elena! Y algunas de las cosas que dices aún se hacen. Ya no se castiga sosteniendo libros, porque estaríamos hablando de castigo físico y eso no se permite, ahora se le llama la silla o el rincón de pensar.jajaja
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