martes, 15 de mayo de 2012

El aula del futuro


Roberto ya estaba cansado de ir al colegio, siempre lo mismo, llegar puntual porque sino le castigaban en la esquina sujetando esos libros de más de 1000 páginas cada uno, si no se sabía la respuesta, al profesor se le dibujaba esa malvada sonrisa en la cara y cogía esa regla que hacía silbar al viento con cada movimiento. Las clases se hacían eternas, a penas podía hablar con sus compañeros, y lo pero de todo, no podía ver la maravillosa sonrisa de Ana, ese muro infernal los separaba.
Las clases de Literatura eran interminables, Roberto se sentaba al final de la clase y se ponía a divagar, pensaba en esos ojos brillantes de Ana, pensaba en las ganas que tenía de ir a pescar el domingo con su abuelo y de repente se puso a pensar en cómo serían las clases en el 2030.
Se imaginaba entrando en una clase con las paredes completamente blancas, ni las sillas ni los pupitres tenían patas. Las sillas eran como redondas, de colores vivos que contrastaban con las paredes y le daban un tono alegre a la clase. Lo que más le impresionaba es que las sillas y los pupitres se sostenían en el aire sin ayuda de nada, ¡eran voladoras! La clásica pizarra verde había desaparecido, en su lugar había una gran pantalla en la que se podía escribir con el dedo y las explicaciones y los temas ya no estaban en los libros, todo lo que necesitaban saber se proyectaba mediante hologramas en los que se podían ver las imágenes, las letras, los números y los vídeos en 3D.
Las libretas ya no estaban encima de los pupitres esperando a ser rellenadas de letras y de números, ahora las libretas eran pantallas incorporadas en los mismos pupitres y ofrecían la posibilidad de dibujar, escribir, leer, ver películas, y hacer los ejercicios con loa compañeros de clase.
Lo mejor de todo es que el profesor ya no se enfadaba si no sabía la respuesta correcta, todo lo contrario, le dejaba tiempo para buscarla y consultar la pregunta con los compañeros. Roberto, se imaginaba a Ana sentada en una de esas sillas azules, y juntos escuchaban esos poemas cantados por una maravillosa voz. Si en la clase de Historia la profesora se encontraba indispuesta y no podía asistir a clase no suponía un problema, porque los hologramas proyectaban interesantes vídeos sobre los dinosaurios, y si tenían algún problema se abría una gran pantalla en la pared y aparecía la profesora desde su casa ayudando a los alumnos en lo que necesitaban.
Esta era la clase que se imaginaba y la que quería tener Roberto, pero todo en su pensamiento se desvaneció cuando los gritos de Don Genaro le invadieron los oídos porque no se le prestaba atención a su explicación.

3 comentarios:

  1. Pobre Roberto, no me extraña que teniendo castigos como el de sostener libros de más de 1000 páginas empiece a pensar en clases 3D. ¡Me a gustado tu vision!

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  2. Muy bien Elena por coger la visión del alumnado. Roberto imagina el futuro y la escuela como un lugar perfecto. Pero bueno, lo de hablar con la profesora de historia en casa, ya lo estamos haciendo, aunque sea por blogs.

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  3. jajajaja Me ha gustado mucho Elena! Y algunas de las cosas que dices aún se hacen. Ya no se castiga sosteniendo libros, porque estaríamos hablando de castigo físico y eso no se permite, ahora se le llama la silla o el rincón de pensar.jajaja

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