DEL AMSTRAD AL HASHTAG

Recuerdo como si fuese ayer mi primer contacto con las tecnologías, quizá no se puede considerar como tal al viejo y ruidoso Amstrad de mi tío Cris, pero ahí estaba esa máquina infernal que tras treinta minutos de espera te dejaba tocarla con recelo.  Aunque era una pantalla de culo gordo pegada a un teclado, un joystick y un casete, entretenía tanto que las tardes más largas se reducían a segundos.



Amstrad cpc 464



Como todo, el tiempo modernizó a la máquina y al usuario y es así como pude conquistar mi primer ordenador de sobremesa a los catorce años, casi doscientas mil pesetas costó el regalo. Se trataba de un equipo completo formado por impresora, escáner y televisión incorporada. Era la primera vez que disfrutaba de un ordenador para mí sola y lo miraba como si fuese a romperlo con la mente. Efectivamente acabé rompiéndolo.

Pasaron años hasta que realmente sentí que empezaba a introducirme en las nuevas tecnologías. Sucedió en el momento en el que adquirí mi primer portátil. Había empezado la carrera de periodismo y lo necesitaba para elaborar mis trabajos, ya no valía lo de entregarlo a mano. Las presentaciones en Power Point no tardaron en llegar; las clases de informática aplicadas a la información, la obligación de crear un cuaderno de bitácora para poder aprobar una asignatura específica y la fijación, casi obsesiva, que tenían los profesores con que las TIC´S eran el futuro de la profesión. Esto fue el pan de cada día durante esos maravillosos años.

Supongo que el objetivo de bombardear con mismo mensaje durante cinco años cumplió su misión, puesto que actualmente colaboro en un medio de comunicación local en el que me encargo de dar voz a los oyentes que se pronuncian a través de las redes sociales. Herramientas con Twitter, Facebook, HootSuite o Webs 2.0 y acortadores de Urls son ahora los martillos y alicates con lo que construyo la información.